Conversamos con Carlos Manco Ramos, autor del blog “Mala. Valle Generoso, Pueblo Milenario”, para que nos cuente algunas experiencias y conocer un poco más sobre el valle de Mala.
Carlos, ¿Qué lugares (turísticos) tiene potencial turístico en el valle de Mala?
El valle de Mala, a pesar de sus estrechas dimensiones geográficas, posee conocidas riquezas eco-naturales y encierra muchos lugares con milenario pasado histórico, muchos de ellos olvidados o desconocidos por la población. Para identificar los lugares con potencial, primero se deberá contar con material bibliográfico que respalde la profesionalidad y veracidad de la información que se deberá transmitir a los visitantes y así evitar el empirismo.
¿Crees qué es posible hacer una ruta turística con estos sitios?
Tal como indiqué anteriormente, Mala posee bellos paisajes naturales e históricos para estructurar diversos circuitos turísticos, pero para lograrlo se debe de contar con material de instrucción para evitar divagaciones como “me contaron…” “se dice…” “cuentan que…” lo que demuestran desconocimiento y resolver con profesionalismo las preguntas que hagan los visitantes.
¿Puedes comentar, un lugar que toda persona que llega a Mala debería visitar?
En mi blog “Mala. Valle Generoso, Pueblo Milenario” (malagenerosa.blogspot.com,) desde hace tres años, vengo posteando artículos sobre la etimología, historia, tradiciones, gastronomía etc. del valle de Mala, con la idea de cambiar las redundantes ‘clásicas’ recomendaciones que publican los medios locales (La glorieta de la plaza, el devastado sitio arqueológico mal llamado El Salitre, los restos de las oficinas y desmotadora de la desaparecida hacienda La Rinconada o la capilla que se encuentra al borde de La Barranca, aparte de las playas). Hay más, claro que hay más lugares.
¿La gastronomía maleña es muy rica, puedes comentarnos algunos platos o dulces qué todo visitante debería degustar?
Si se refieren a gastronomía ‘rica’ por el sabor de sus platillos estoy de acuerdo, pero en cuanto a cantidad no. La verdadera y tradicional cocina maleña cuenta con pocos platos y al respecto he publicado en mi blog. En un breve recuerdo resalto el plato exclusivo de origen neto maleño: la SOPA BRUTA (su origen histórico lo relato en mi libro), también la humilde CARAPULCA de origen aimara/quechua que en Mala fue transformada de manera muy especial (Ojo: NO es cara-pulcra como huachafamente escriben algunos y lo explico en una nota). Y el magistral plato, el original PICANTE MALEÑO que conjuga los sabores de la tierra madre y el mar, un plato de origen solidario como también detallo en mi libro. Estos tres potajes fueron, son y deben ser declarados Platos Bandera de Mala. En segundo plano, pero también típicos, tenemos el Charquicán de Raya seca, Huatia de Pescado y otros platos comunes en la zona central de la costa peruana. En cuanto a dulces, sin considerar los conocidos criollos mazamorra morada, arroz con leche, frejol colado, machacao de membrillo etc, vale rescatar y proteger como propios la Chancaquita de maní, la melcocha de maní molido, los inigualables Picarones de Yuca/Camote y las chapanas.
¿Puedes contarnos un punto en la historia del Perú que tenga relación con el valle de Mala?
Casualmente acabo de postear en mi muro del FB la nota titulada Mala: Una sociedad de dos milenios con un enlace al blog (http://malagenerosa.blogspot.com/2015/04/la-doncella-de-mala-sacrificios-humanos.html), que trata sobre los desconocidos primigenios pobladores del valle. Así como este tema, en mi libro relato sucesos acaecidos en el valle de Mala a lo largo de su historia (pueden observar su contenido en http://malagenerosa.blogspot.com/2013/08/el-libro.html), es necesario comentar que en dos oportunidades lo ofrecí a la Municipalidad de Mala para que lo publique pero no obtuve respuesta.
¿Puedes contarnos algo que extrañes del Mala de tu infancia?
La pacífica tranquilidad de un pueblo rural de los años 50-60, en el que todos nos conocíamos, muchos teníamos lazos familiares y las puertas de las casas no necesitaban de seguros candados. También la soledad de la playa Las Totoras con las largas balsas de totora descansado sobre la arena después de las faenas de pesca de corvinas o rayas, las limpias aguas del río en el Puente Viejo y en la Boca del Río donde nadábamos con la alegría de la niñez. Son evocaciones que trato de volcar en mis notas para que las nuevas generaciones imaginen a ese pueblo que ya no existe.